ALGUIEN TIENE QUE DECIRLO.-Los derechos de la audiencia consistentes en recibir programación de óptima calidad, que se define como aquella que está comprobada, que es cierta, que no es maliciosa en favor de intereses subterráneos, que no viola la paz social nI observancias jurídicas, que propicia la integración familiar, que propicia el desarrollo armónico de la niñez, que difunde los valores artísticos, históricos y culturales, que afirma nuestra unidad nacional, que hace uso correcto del lenguaje, y que se basa en la aplicación de contenidos ciertos, comprobados, que reflejan el pluralismo ideológico, político, social y cultural y lingüístico de la Nación; finalmente resultan buenos deseos con alto grado de utopía más que la observancia legal establecida en la legislación referente a Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión que buscaba una actualización efectiva en el 2014, pero que al final, se convirtió en un poema en vez de una norma con la coercitividad debida, y en mucho ocurre, ante el chantaje pero también el cuestionamiento legítimo, derivados de la difícil distinción entre la censura y el juicio del debido desempeño en la comunicación, por lo que se ha optado por el libertinaje en vez de la libertad regulada. Está claro que para el concepto del gobierno lópezobradorista no se debe confundir la línea censuradora con la moderadora y le resulta preferible las mentadas de madre a la presidencia producto de la derrota moral y el enojo antiprogresista, que el inicio de una mordaza, lo que claramente propicia, la filosofía (no de todo efectiva) de “que los medios deben regularse con los medios”, pero que no es suficiente ni es una posición de una política responsable tal postura ante un ambiente de fácil manipulación derivada de una situación educacional e histórica. En base a lo anterior y en aras de no poner en riesgo las libertades mediante reglamentos o jueces calificadores gubernamentales, ni de asociaciones ni académicos sobre el bien y el mal o jurados sobre lo aprobado y lo reprobado en el oficio periodístico, es necesario la elaboración urgente de un programa educativo nacional de estudios básicos, aunque sea de manera provisional con fines definitivos, y que esté basado en una reforma de aplicación de estudios que nada debe tener con relación a las garantías laborales de los trabajadores de la educación, y que deba brindar las herramientas necesarias al espectador para que no sea un visor absorbente de ideas para repetirlas sin estudiarlas ni entenderlas y sin dimensión de las mismas, sino lograr transformarlo, en un inteligente observador con criterio propio ante la emboscada mediática, aunque vaya en contra de intereses internacionales como nacionales en donde el atraso social les resulta aun sector perverso, como una estrategia de control social y económica.