Tan difíciles
han sido los retos para la mujer en el pasado como lo son en el presente, pero
ahora la mujer progresista ha dejado de ser victima especifica para convertirse
en una líder en contra de la agresión generalizada que envuelve al mundo
actual, en donde le estorba la victimización de género que trata de
encasillarla en la eterna lucha feminista que ha gastado suelas inútiles en las calles del direccionismo como
estrategia de control, basada en etiquetas como la libertad sexual, el uso de
anticonceptivos y la lucha de sexos. Algo similar a lo que pasa con la supuesta
defensa laborista, misma que se doblemoraliza por aquellos que se desgarran las
vestiduras por los trabajadores y los impulsan a las huelgas que culminan con
convenios colectivos desfavorables. La lucha de la mujer se ha enfrentado a una sociedad mal
educada, a veces sin escrúpulos y
formadora de estados profundos que la marginaron a la exclusión del juego
democrático, de la academia y la
orillaron a estereotipos con
comportamientos mal entendidos del feminismo y quehaceres específicos, que al final,
han sido perjudiciales para la mujer y para el hombre en su sano desarrollo. El Día de la mujer establecido por la clásica
acción globalizadora de un comité como
un pacto mediático con tintes
comerciales y de política
propagandista más que por actos individuales y sociales de convicción,
debería ser borrado por la conducta cotidiana del respeto que den forma
a la vida social constructora de un permanente humanismo entre mujeres y
hombres, sin el insulto de sumarse a una lucha cuyo fundamento principal se
basa en no ver al uno al mismo nivel del otro.
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