Para Jadira Armendariz Buaún, quien forma parte de la Asociación de Locutores de México, el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador ha sido un punto inspirador para que los corruptos e hipócritas ya estén dejarlo de serlo. La comunicadora culpó a la falta de moralidad y de vocación periodística de los corruptos y chayoteros comunicadores a que no están bien pagados, y redujo la problemática de la crisis de la comunicación, a un simple cambio de facturera, entre quien corrompía al informador y a quien lo puede tener asalariado y sin autonomía en su ejercicio informativo. Para Jadira, la mayor aportación de la ANLM es la capacitación que se le brinda a quienes se apuntan a sus cursos de locución a bajo costo.
sábado, 9 de marzo de 2024
JOAQUIN LOPEZ DORIGA EN EL OCASO DE SU TRAYECTORIA DE MANIPULACION Y DE HUMOR INVOLUNTARIO
Decadencia es la palabra que describe a un personaje como Joaquín López-Dóriga que gracias a la monopolización de la noticia, la hipocresía y la corrupción, en el pasado logró aparentar ser un líder de opinión y un gran periodista, autobautizado como "el teacher" cuando el español no tienen ninguna carrera universitaria. El rosario de errores por su deterioro mental y su desesperación por la pérdida de privilegios, hace que quien fuera aleccionado por Jacobo Zabludovsky para manipular, al final sea un hazmerreír, al grado que el público estaba atento de cuando pasaría lo inevitable, que era llamara a la retrogradista Xóchitl Gálvez con el nombre de su contraparte Claudia Sheinbaum, mismas que disputan la Presidencia de la República. Y es que hasta la autoridad electoral le abrió una investigación al desfasado comunicador por tantas entrevistas a Xóchitl que ante el exceso, resultan sospechosamente chayoteras,pero que precisamente al realizar tantas charlas ante las mermadas facultades de quien la entrevista es por lo que ya se podría anticipar que fallaría López-Dóriga y llamaría a Xóchitl con el nombre de Claudia, y así ocurrió tal ridículo de Joaquín, tal y como ocurrió anteriormente, cuando confundió a Alejandro Encinas con Alejandra Barrales y en aquella narración de la visita del Papa a México, cuando Joaquín López-Dóriga confundió la catedral metropolitana con la Basílica de Guadalupe, y cuyas pifias han formado parte de su repertorio de humor involuntario que atrae el morbo del espectador pero que también cada vez más, suena a tragedia para años de aparición mediática de quien se dice es un maestro.
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