LENTE OCULTO.-La televisión que nació como un medio de entretenimiento con imagen, como prolongación de la radio y como cumplidora de sueños para quienes al escuchar no podían observar lo que se narraba, pasó de su función entretenedora y de sostén cultural a ser un medio de concentración como ahora ocurre con la digitalización, y después pasó a ser un instrumento de enajenación hasta llegar a su más alto grado, para ser un medio de control y de direccionismo. En esta década que vislumbra un cambio de funcionamiento de la manera en que se han venido desarrollando los medios tradicionales, que ahora concentra a los televidentes y radioescuchas con menos potencial económico o con actividades habituales que no se contraponen en su acompañamiento, y en donde el cumplimiento de la ley de comunicaciones y de imprenta ha sido rebasada e incumplida, es que los medios tradicionales han llegado a otro grado que parecía inalcanzable, que es el terrorismo mediático, cuyo accionar resulta de mayor impacto que las otras acciones televisivas y de comunicación, por perjudicales que también fueran. Aunque la vida y la mentalidad de la sociedad han sido alteradas y afectadas por los medios electrónicos, que llegaron a tener el mismo alcance que la religión, ahora se corre el riesgo que de la presión psicológica pueda pasar a la presión social y a la invitación de conductas que no solamente atentarían contra la paz social, sino que darían forma a una televisión criminal, y a poner en riesgo la seguridad nacional. Aunque muchos comunicadores y personas públicas sin ética, han caído en diferentes faltas, como incluso anhelar la muerte del Presidente Andrés Manuel López Obrador en un avionazo, o externar la idea de quemar en una hoguera a quienes apoyen un nuevo sistema de gobierno, y en la expresión sutil a la invitación de un Golpe de Estado como lo que planteó esta mañana, el analista y exconsejero del INE, Alfredo Figueroa Fernández ,en el noticiario de Carmen Aristegui, al reclamar la pasividad del ejército mexicano y sugerir revelarse al titular de las fuerzas armadas que es el Presidente de la República, es que tales ataques, deben ser impermisibles para un comunicador, por el grado que implica tal situación y que al ser corregida, como lo debería de ser, es que en efecto impide la violencia mediática y el desorden social pero también implica en esta cabalgadura, que la libertad de expresión apegada a derecho, sea atropellada entre las patas de los caballos, y se impongan actos de censura, que también son peligrosos, aunque pueda ser de manera emergente y aunque provengan de un presidente bien intencionado. Quizá de ahí, la tolerancia hasta más allá del límite en la administración lópezobradorista de este sexenio, ya que la espada y la pared se encuentran entorno a dos disyuntivas, que son esperar la reacción de un espectador inteligente que no se deja manipular por un televocero corrupto o en otro caso, en la protección del Estado como una de sus obligaciones principales y no dejar en desamparo al espectador torpe y manipulable con la excusa de que sólo es tonto quien piensa que el pueblo es tonto.
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