ALGUIEN TIENE QUE DECIRLO.- No serán los políticos quienes se acompañan del mariachi, nada más para sus borracheras, quienes salven las plazas dedicadas a estos músicos tradicionales o propongan una política de Estado en favor de la música tradicional mexicana o fundar la Academia del Mariachi cuando no son capaces ni de fundar una auténtica Academia de policía. Aunque verdaderos amantes de nuestra música luchen por rescatar a Plazas tradicionales del Mariachi como las que se encuentran en Jalisco o en la Ciudad de México, y presionen a las autoridades y a los representantes populares, para salvar esas zonas turísticas de la delincuencia, la insalubridad y la prostitución, en realidad la corrupción ha dañado la voluntad política, y ha pervertido a los gobernantes, para seguir un trazo imperialista y globalizado, en donde las tradiciones y cultura de cada país sea aniquilada por la imposición direccionista, razón por la cual, no es casualidad que en la Plaza de Los Mariachis de Guadalajara y Plaza Garibaldi en la CDMX, hayan prevalecido como basurero central para corruptos como Enrique Alfaro Ramírez o en su momento para Miguel Ángel Mancera Espinosa o para otros mandatarios monigotes como Sandra Cuevas donante de migajas o como Pablo Lemus Navarro con una educación empresarial basada en los negocios más que en el compromiso social. Ahora Verónica Delgadillo promete una Guadalajara soñada, quizá igual a la lluvia de promesas que realizará esta tarde en Garibaldi, Catalina Monreal, como las que no cumplió su padre Ricardo, o como las que funda en la mentira, un corrupto como Santiago Taboada que busca la incorporación del saqueo nacional junto con Xóchitl Gálvez. El Mariachi se escucha poco en la radio y en la televisión como ha ocurrido en las últimas décadas, pero sí se escucha con abundancia en las calles, en las tristezas y en las alegrías del pueblo de México, razón por la cual nadie tiene que defender o luchar por nuestra música, la cual hasta en tiempos de profundas crisis ha dado grandes figuras, pero sí se debe de luchar, por los patios tradicionales que se quieren convertir en basureros o en pasillos para comercios, no en favor de los músicos tradicionales sino para empresarios traficantes de influencias y de paraestatales.