El último respiro novedoso de la televisión convencional fue hace veintitrés años con la llegada de BIG BROTHER a México, lo que es ahora, la reencarnación de La Casa de los Famosos que ha resultado un intento fallido por recuperar al televidente mediante un formato involutivo, en donde los postulantes son juniors que entraron a la televisión por influyentismo hace unos años y que ahora son imágenes inoperantes e incompatibles con las nuevas generaciones y que montan un show, rodeados de parásitos de la conducción y divas de la televisión que se encuentran en pleno estado de putrefacción. La distorsión de valores de lo que debe ser una figura ganadora y sobre las reglas éticas de la competencia desde el inició del reality show, dejaron fuera a Sofía Rivera Torres quien parecía la única integrante de la casa del entretenimiento que daba cierta frescura a los sintonizantes que se reúnen frente a su televisor sin abandonar de su mano al celular, al ser la comunicación digital no convencional, la dueña de todas sus atenciones.