Aunque el público que no tiene la facilidad de entretenerse e informarse por medio del internet, resulta ser un espectador tradicional que acude a la programación de la televisión abierta y de la radio del AM y el FM, y que son muestras de contabilidad para medir audiencias en los medios de comunicación de mayor funcionalidad en el siglo pasado, y que son seguidores de quienes fueron calificados y autocalificados como los líderes de opinión, los teachers, las damas del buen decir y las reinas; debe considerarse también de cierto, que dichos comunicadores han llegado al hartazgo de aquellos otros espectadores que sí tienen acceso al internet y a los medios emergentes aunque no todos sean de buena calidad y algunos otros quieran ser imitadores del contenido convencional. La nueva generación internauta se ha dado cuenta en estos últimos quince años, de la presencia de una comunicación de alquiler cuya función prioritaria es adquirir posiciones políticas de poder más que de entretenimiento y conseguir direccionismos de comportamiento, al igual que han crecido como espectadores demandantes que consideran que el periodismo ni se puede unir o juntar a los comentarios de chismes ni la ética informativa los pueden acompañar en el esquema de su mensaje. Aunque sí puede existir el receptor que determine acoger ambos ejercicios de comunicación, está claro que los distingue y los consume uno por uno y de una manera distinta a cuando la televisión y la radio resultaban amos de un monopolio informativo, y que ahora en nuestros días, tienen que tragarse el plato frio de la réplica y el debate, que antes era abortado desde cualquier intento, por los mandos del poder. Maxine Woodside es una de las consideradas como la reina de la radio por la vieja guardia y que se dedica al chisme porque resulta "sabroso", según advierte en las presentaciones del inicio de su programa, y aunque en su curva línea editorial aplica la indiscreción imprudente, también tiene la inspección censuradora de no exhibir a personajes que resultan intocables por más que sean corruptos, o acudan alcoholizados a una cabina, o resulten ineficaces en su actividad, cuando los mismos compren entrevistas a modo, hagan invitaciones comprometedoras o pagos específicos para ser entrevistados o promovidos con preguntas sin sobresaltos cuando hace unas décadas, el famoso no tenía que tomar acciones al respecto, más que atenerse a la protección de su disquera o de su televisora que no permitiría que un comunicador pudiera divulgar una indiscreción, además de que el comunicador era cómplice de la conducta escandalosa y empleado de la misma empresa al que pertenecía aquel que podía ser exhibido. Maxine en una entrevista llena de respuestas evasivas, nos expresó que se puede realizar periodismo de chismes con notas de chismes, sin que la ética estorbe en su compatibilidad, por lo que ella se autodenomina como una periodista de chismes y de espectáculos, según nos dijo.