Aquella niña odiosa y fresa, cuyo criterio estaba basado en la vara que le marcaba su padre, parece vivirá una transformación para perfilarse a ser la niña consentida del público en vez de la niña consentida de papá. La joven que se dio a conocer con su brillante cabello corto, y que anteriormente a su presentación masiva lo usaba largo, se adecuará a su sentimiento artístico y no a la supuesta genialidad publicitaria que no es más que una estupidez por la desesperación de abarcar un mercado de masas sin entender que los clanes se forman de manera espontanea y no de manera direccionada. Seguramente vendrá lo mejor de Angela que está a punto de salirse de la envoltura que acompaña a los caramelos y que le estorbaba para explotar su talento y su sensualidad.