Primero descubrí la guarida de tu piel,
despiadadamente sensual y tentadoramente oscura,
después quizá con el afán de volver a sentir tu textura, me refugié en la lectura del sonido que el jazz desprendía, como si tu olor de noche volviera con la nota elegante,
como si el vibrar de tus ojos negros,
regresaran en cada nota,
como si el escuchar jazz,
supiera a la mordiadde tus labios rojos
con la torturadora de tus dientes disparejos
pero rabiosos de apresar el simiente
de mi inmaterial deseo.