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viernes, 3 de junio de 2022

PASION CON CORTES


















































































LENTE OCULTO.-La contienda legal entre los actores Johnny Dreep y Amber Heard, ha sido un ejemplo a nivel mundial, de lo fácil que es acusar a un hombre por parte de una mujer en  una Corte y el apoyo inquisitorio que puede obtener ante ello:  pero también ha quedado expuesto,  la manera en que un hombre puede defenderse en un desahogo de pruebas pulcro,  en que pueda demostrar su inocencia y revertir el juicio. El abuso histórico que ha sufrido la mujer en la sociedad, la ha llevado a tener un poder de opinión social a su favor, aunque quienes dan ese voto de confianza y de poder, aún  sin conocer el fondo de la situación y sin tener probanzas al respecto, muchas veces resultan doblemoralistas e hipócritas, y hasta a veces lanzadores de la primera piedra. La presunción de inocencia es extinguida muy fácilmente con la imputación directa en una denuncia que puede llevar a prisión a un inocente , aunque en el caso de la controversia entre Dreep y Heard se trató de acciones netamente civiles, sin tocar  el perjurio, que es del ámbito penal en Fairfax, por lo que los dimes y diretes no traspasaron el objetivo principal que era el económico entre los agraviados, en donde Depp demandó a su exesposa por un valor de 50 millones de dólares por difamación surgida de un artículo publicado por ella en el diario The Washington Post, en el que afirmó que su  esposo era un abusador y la habría golpeado en diferentes ocasiones, y en donde tales acusaciones de la rubia, ocasionó inclusive que Deep perdiera oportunidades de trabajo. La defensa al sexo femenino en figuras desproporcionadas como feminicidio, y la procedencia de la acusación en años muy posteriores a la presunta acción delictuosa, así como acciones que por ser delitos íntimos no requieren más sustento que el señalamiento de la posible victima, no son  más que la distorsión de la justicia en lo que debe ser  la igualdad de hombres y mujeres, y  un distractor de la violencia generalizada y  de la incapacidad de quienes crean tipos legales que resultan contraproducentes al no poder ser fácilmente encuadrados, es decir, en donde  resulta menos dificultoso sacar de prisión con una buena defensa a un feminicida que a quien cometió el delito de homicidio en contra de una mujer sin tratarse de feminicidio. La trampa de fingir defender al género femenino sobre el masculino, no es más que para que persista el dominio masculino ante quien de ante mano se considera un ser indefenso, cuando no lo es, ya que reconocer que no  lo es, ya forma parte del respeto a la integridad femenina y a la verdadera igualdad de género, y por otro lado al equilibrio de la observación de la norma, de su aplicación y  enjuiciamientos sin distinciones, que también es equilibrio social e igualdad de género, meta que parece inalcanzable en un modelo cultural, económico y social, que aún saca ganancias de los movimientos femenistas, de los privilegios de que gozan los varones y de la guerra de sexos, y aveces hasta los odios entre los grupos sociales. Lo que parecía  un logro exclusivo de la mujer en tribunales por sus simples acusaciones, al meter a su verdugo a una resolución justiciera, ahora en el juicio de estos dos famosos, parece cumplirse la sed de victoria para aquel que desde un principio y de manera social fue juzgado de antemano, hasta que probó su inocencia ante las autoridades competentes, situación que por deficiencias, no siempre resultan de esta manera, ni para hombres ni para mujeres.


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