LENTE OCULTO- Las etapas de la presencia de una pandemia, pasan desde la incredulidad hasta el pánico. La falta de credibilidad en las cadenas informativas y de quienes difunden la información, nos obligan a acudir a la sana experiencia propia. La enfermedad que está embargando a personas cercanas o conocidas, serán poco a poco, la prueba testimonial de la presencia del COVID19 en México y en el mundo. Sin embargo la existencia del coronavirus que ataca a todas las clases sociales, sexos, nacionalidades y razas, de todas las edades y lugar; no implica que todos y cada uno saldremos contagiados de manera inmediata o mortal, ni que sea el fin de la especie humana. El ataque de un virus desconocido convierte en inútil a aspectos de la ciencia pero no a sus estrategias, ni a nuestros anticuerpos ni al potencial del agua con jabón. La preocupación ante la presencia del nuevo virus, en todo caso, debería ser menor, ante otros de anterior existencia que resultan ser de mayor peligrosidad, al igual que otras bacterias y enfermedades. Existen personas que ya han sido atacados por el coronavirus sin saberlo, y que lo vencieron sin presentar síntomas. Los que han fallecido por coronavirus ha sido debido a otras condiciones médicas y personales y no por la simple presencia del COVID19, pero resulta un hecho que la incertidumbre, el control mediatizado, las políticas ventajosas y los oportunistas partidistas y políticos, resultan ser más peligrosos que cualquier enfermedad; por lo que las determinaciones personales, familiares,estatales, nacionales e internacionales, que operen de manera social, económica y de salud, resultan de mayor importancia vital que la presencia del COVID19 por sí sola. Para los poco observadores que decían hace veinte años, ante la llegada del año 2000, que no había grandes cambios en el mundo de los que nos narraban historias futuristas; es que no se habían fijado en aquellas generaciones tecnológicas que son resultantes de las actuales y cuya prácticas serían provocadas ante la fabricación de una pandemia, que parece haber sido perfectamente planeada para esta segunda década del siglo XXI, y que entre muchos propósitos geopolíticos y económicos, también cuenta con el objetivo de ejecutar una vida virtualizada y eliminar a quienes difícilmente podrán adaptarse a ésta, a la que el individuo contemporáneo ha sido entrenado y acoplado. La evidente desaparición del dinero en papel y metal por la moneda electrónica, el uso de los documentos configurados y las reuniones empresariales por enlace de imagen, así como el trato humano por conexión mecanizada, abren paso de una manera más evidente, a un mundo virtual postguerra pandemial, en donde las habilidades humanas se vuelven homogéneas con pensamientos repetitivos de los memes y los mensajes en textos, que nada saben de tonos y gestos y que pasan por alto, los malos entendidos. El desempeño laboral, la actividad financiera y el comportamiento social que no sabe distinguir directrices éticas, y la actitud robotizada; han atado los sentimientos a un software, cuya única concentración emocional, -ahora será- , el perverso y deficiente servicio del interproveedor o de la red social, así como la competencia en la prontitud interactiva, y la precaución y la detección de acciones bajas, obscenas, frustradas y ocultas de quienes son criminales escondidos en la tecnología y cuyo delito tiene lagunas y deficiencias normativas o no tipificadas. Las décadas recientes nos han entrenado a la dependencia electrónica, a escupir ideas captadas a simple vista, superfluas de ingesta excesiva y sin procesos inductivos y deductivos. Se nos ha querido acostumbrar a comer viendo la computadora y a desafiar al televisor encendido mientras checamos nuestro teléfono celular que usamos para ya no hablar. Es claro que también aprovechamos las "benditas" ventajas y comodidades tecnológicas, sin embargo también existe la resistencia que se presentó en el momento de divorciarnos de nuestros aparatos de sonido caducos o a la tinta por las pilas recargables. También es cierto que todo adelanto hay que agradecerlo, exprimir al máximo sus cosas benéficas y mermar sus consecuencias negativas. Sin embargo existen aspectos de la vida y de la interacción humana a las cuales no pienso renunciar; ya que siempre preferiré hacer uso del dispositivo elaborado de látex, al dispositivo que se compone con un teclado.
Hace unas horas se declaró la fase tres sanitaria por el
coronavirus en México, y tanto el
gobierno federal, los gobiernos locales y la iniciativa privada; no han tomado
medidas inteligentes para el desarrollo
de la actividad cotidiana, que no vayan desde la indiferencia hasta la inútil
violación de garantías como en el caso del gobierno de Jalisco.Mientras voceros
sin credibilidad que conducen noticiarios en televisión, se mordían las
uñas desde la semana pasada, por ser los
primeros en anunciar que se decretaría la fase tres, (y que a mí me habían
dicho que sería hasta el 23 de abril), fue hasta hace unas horas que dicha fase tres, ya se ha declarado de
manera oficial pero sin que se hayan agregado medidas precautorias anexas, ni
que se haya producido una reacción inmediata respecto a los enlaces de
comunicación de la Ciudad de México. El simple consejo de la aislación de la
colectividad, provoca dudas fundadas y también alimenta la incredulidad de un
sector de la población, que perciben esta
situación emergente como una serie de ciencia ficción. La lentitud de
las acciones eficaces y el consentimiento de otras que son imprudentes ,
pareciera tratarse del cumplimiento de un protocolo internacional que obliga a
los países subdesarrollados a no evitar
el descuento de una cifra de muertos, que no puede ser menor a la que han
presentado los países desarrollados. La buena o mala actuación gubernamental ante esta pandemia,
tendrá que ser calificada hasta finalizada la crisis que se encuentra en su
máxima alarma y en donde se puede presagiar que se avecina la tragedia más
grande que haya vivido nuestro país y de como
será rebasado nuestro sistema de salud; por lo que la responsabilidad de
efectuar medidas de precaución extrema contra esta guerra viral, debe recaer en
las acciones ciudadanas e individuales y no sólo en el accionar del gobierno
mexicano quien en plena etapa de postsaqueo de los otros gobiernos, tiene en el
corte de caja de su patrimonio, a un sector salud en ruinas al igual que su
infraestructura de comunicación. A lo anterior, también debemos agregar la
venidera planeación golpista por parte de los grupos de resistencia, para la
recuperación corruptiva de la política
y economía neoliberal en el país y el abuso saqueo empresarial, ante una
oportunidad magnífica de tumbar el gobierno lópezobradorista. Sin una medida
exacta de lo que ocurre en México y en el mundo con el coronavirus, y aunque no
veamos tanques de batalla; debemos estar conscientes que ya ha iniciado la
guerra, en donde lo que sí será visible, son las próximas cifras de cientos de
mexicanos muertos.
Regularmente las tragedias se encargan de marcar épocas, y
así como el terremoto ocurrido en México en 1985, revivió a la radio
"hablada" que había sido dominada por la radio musical; de la misma
manera, ahora la pandemia del Covid19 en
nuestro país, parece comenzar la agonía de la radio y de la televisión en sus
actividades potenciales por el predominio del internet, que está dando el tiro
de gracia a los medios de comunicación tradicionales, aún con la falta de
aparatos receptores prácticos y más económicos para su captación, como lo son
un radio o un televisor, pero que cada vez más lo son, los teléfonos y algunas
computadoras móviles equivalentes,
laptops y tablets. A diferencia de la
radio; el uso del internet no es solamente un medio de comunicación masivo,
sino que también se ha convertido en un medio de operación humana
indispensable, sin importar la vergonzosa desigualdad social , en donde de 126
millones de habitantes en nuestro país, solamente 74.3 millones tienen acceso a
internet, cuando que por conveniencia manipulativa, es que los televisores y
los aparatos de radio, fueron
proporcionados con mayor rapidez a la población y muchas veces hasta de forma
gratuita o en concursos disfrazados en la programación de los propios medios en
cuestión. Los medios convencionales además de estar superados, también han
determinado, poco a poco suicidarse, al
buscar una dependencia cada vez mayor del internet y no salvar con originalidad
su vida propia, por lo que para el caso de la radio, se ha renunciado
irresponsablemente a cumplir con el derecho a la información y de informar, al
eliminar espacios noticiosos que deben sujetarse a horarios tradicionales sobre
la jornada de cada día, y al
desaparecerlos también, en los días sábados y domingos, incluso por parte de
las estaciones, que son manejadas por el Estado, y en donde solamente Grupo
Fórmula se ha sostenido con cierta vida informativa, mezclada con intereses de resistencia
políticaempresarial. Por otra parte, se han enmudecido de manera ilegal,
frecuencias como Radio Centro, Radio Red, Formato21 y Radio13, y se han producido
fusiones e intercambios de otras frecuencias, sin que haya existido el
procedimiento que marca la legislación de comunicaciones. También se ha dado
por terminada, la armonía que existía entre el micrófono y el teléfono, que
hacía que el radioescucha se volviera radioparticipante, y en donde al
intervenir solamente el internet, se ha silenciado a las voces que carecen
hasta de lo más indispensable, mucho más de la red informática para
interactuar. La razón por la cual se ha dejado morir a la radio mexicana,
radica principalmente en la ineficiencia,
pero también en la confrontación entre los concesionarios que ya no reciben
fuertes cantidades de recursos públicos,
y que están en contra del nuevo gobierno antineoliberalista; situación
que ha traído como resultado, la difícil manutención de las estaciones de
radio, al ya no contar con la vocación,
ni con ingresos millonarios derivados de acciones de corrupción y pactos que se
hacían entre gobernantes pagadores de alabos y de silencios, con periodistas serviles
y a modo. Por otra parte, los comunicadores de los medios tradicionales se han
tenido que hospedar en los espacios de internet -que al principio tanto
criticaban y devaluaban,- ante el desempleo y su escasa audiencia, como consecuencia de la falta de
credibilidad con quienes los escuchaban y quienes se dieron cuenta que vivían una realidad diferente a la que los
"expertos en la comunicación", querían venderles. Televidentes y
radioescuchas han tenido que acoplarse a una actividad de comunicación con
falta de profesionalismo y preparación por parte de quienes la construyen y
exponen, a base de una línea divisoria de lo real y de lo
irreal, que es casi invisible; en donde
la mayoría de los espectadores se han convertido en una manada incontrolable de
pensamientos flojos que están sujetos a imágenes repetitivas y a palabras limitadas con pobreza en el
lenguaje, pero siempre en búsqueda de un concepto definido que ya no le satisface, ni la radio ni la televisión, pero
que hasta ahora, tampoco lo encuentra a plenitud en su atadura mental al
internet, al buscar información y al
final resultar informando; ni para quien busca entretenimiento, y que termina
siendo un bufón público y su propio entretenedor en su enlace por tik tok. Los
medios tradicionales de comunicación, son los únicos que con empeño y
creatividad, hubieran podido salir beneficiados ante el encierro prescrito o
preventivo, producto de esta pandemia. En contrario; la corrupción hospedada en
el personal de las radiodifusoras y televisoras, y la falta de conocimiento y
aprecio por el ramo, por parte de los dueños de las empresas y los
concesionarios, así como los apegos convulsivos a nuevas formas de
comunicación; no solamente dejaron esfumarse esta oportunidad sino que terminaron por darle el tiro de
gracia a la comunicación electrónica convencional. Mientras que la radio,
únicamente hace uso efectivo en contenido hablado, de los horarios matutinos y de las dos y seis
de la tarde, -con el argumento de encontrarse en quiebra-; por su parte la
televisión se envenena con producciones excrementicias, con expertas en la
materia como Magda Rodríguez, que al igual que en la adaptación literaria
de los Shelley, parece que todo lo que toca
lo convierte en deyecciones que no son
precisamente del metal oro. En el caso
de la televisión, existen parásitos que exprimen el presupuesto otorgado por el
mal manejo del consecionario que no sabe nada de comunicación como lo sabían
sus ascendientes, y que los engañan con la idea de que el recurso económico es
la única forma de obtener proyectos exitosos, que de ser así; el cantante
Emmanuel con el tema "Toda la Vida" hubiera podido igualar el
dinamismo y aceptación que obtuvo el cantante Franco con el tema musical que
les dividió Lucio Dalla. Independientemente del dolo con que se arman nefastas
programaciones de radio y de televisión como un plan de sometimiento masivo a
base de la inútil elaboración de ideas por parte del receptor, y de la
situación real de menores ingresos
económicos ante la clausura de desvíos públicos para el sector empresarial, la
falta de efectividad de la dádiva corrupta, llamada payola, y de que el chayote
ya no llega por parte del gobierno; también ha sido la falta de talento, el
abuso en los padrinazgos, la falta de credibilidad y de no evolución de acuerdo a las necesidades del
espectador, lo que han terminado con el apego a los medios tradicionales para
el ancho de la población que puede tener en sus manos, otras posibilidades, y
lo que se traduce en la venta de la XEW por parte del monopolio mediático o el
crecimiento de producciones fuera del control de los oligarcas, pero que no se
traduce en progreso en el entretenimiento
o en la información electrónica, sino
que se traduce en una imitación
corporativa. Los supuestos genios de la televisión que han sido alcanzados y
hasta superados por producciones televisivas locales de Guadalajara y Monterrey, de las cuales
tanto minimizaban , y que ahora han tenido que respetarlas, ahora son
auténticos refugiados, de un canal
direccionado a los vicios del pasado como lo es Canal Mexiquense; y han tenido que fingir la obtención de altas
audiencias con el fin de engañar a sus
patrones, con lo que también tienen que
encerrarse en una esfera de fantasía,
que era en donde antes, encerraban a los televidentes.