En una obra envuelta de erotismo, buenas y malas interpretaciones y la conclusión colectiva destinada hasta volverse individual; los actores Gabriela Zas y Miguel Conde, logran dos interpretaciones de enorme altura y engrandecer la escritura de David Ives, bajo la dirección de Angélica Rogel. Un escritorio, un diván y un tubo gigante en una parte del escenario, son suficientes como escenografía para lograr la grandeza que no logran otras súper producciones, que no cuentan con el talento escénico envuelto en una enriquecedora, obra literaria.