Dos caminos se vislumbran en esta semana por transcurrir para México; la democracia o el tigre herido de muerte. Ni salvador de patrias, ni redentor de masas con altos grados de enajenación en bloques, ni mesías revolucionario. Andrés Manuel López Obrador es tan sólo, el político más importante de la historia de este siglo para México y el máximo líder de la izquierda ante el absorbente neoliberalismo y ante un sistema de gobierno caduco pero que sobrevive en corrupción con un paso del presidencialismo al mandamiento empresarial. Es López Obrador el personaje más prestigiado y perseguido después de la matanza estudiantil de 1968 y los asesinatos perredistas del salinismo en 1988. es un punto de ataque con la fuerza del Estado y sus poderes fácticos. Andrés Manuel se ha caracterizado como un luchador social desde las bases, para lo que tuvo que escalar mediante sus afiliaciones priistas y perredistas hasta la creación de su propio partido que disfraza un movimiento. Sus primeras acciones importantes fueron tratar de obtener la gubernatura de Tabasco y ganar la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, en donde desde ahí, entabló el enfrentamiento foxista y desató a las fieras del Estado fallido. López comenzó la creación de programas sociales inéditos en el país, obra pública que se encontraba estancada en la corrupción y lazos de participación empresarial para obtener metas vistosas, que le diera credibilidad para enfrentar el sistema mexicano de gobierno entreguista, mismo que con toda su fuerza, fracasó en su intento de encarcelarlo pero no de concretar los fraudes electorales de 2016 y 2012 que le impidieron llegar a la Presidencia y que otorgaron la banda espuria a Felipe Calderón y a Peña Nieto. La guerra sucia que resulta fértil en los pueblos educacionalmente limitados y cortos en su conciencia social, ha estado en marcha durante dieciocho años en su paso como partidista, gobernante y candidato con un sometimiento al espionaje y a la calumnia. Ahora con la creación de su propio partido, López Obrador intenta dar la batalla con las mismas reglas del sucio juego electorero, y se convierte en la única opción de izquierda. De manera sorprendente, en vez de llegar de manera desgastada, lo hace más fortalecido que hace seis y doce años, con el cincuenta y uno por ciento de preferencia sobre su mal y perverso imitador Ricardo Anaya y del defensor del "agónico priísmo", José Antonio Meade, lo que ha hecho titubear al intervencionismo extranjero de consentir otro fraude institucionalizado pero sin descartarlo, a pesar de que el país parece desmoronarse. Después de la votiva que se llevará el próximo fin de semana, en donde el obradorismo porta una banda de aceptación; podremos ser testigos; o de una infamia electoral que aumenta nuestra tragedia de saqueo ideológico, económico, político, social, moral, espiritual, cultural e intelectual; o de el triunfo incontenible de la voz de un pueblo que incapacitado para asumir soluciones, delega y entrega su confianza y su esperanza a aquel, cuyas expectativas son más altas que su momento histórico y cuyas acciones se mecerán entre la traición democrática, la inoperancia de Estado o el respiro de honestidad nacionalista ante unos pulmones condicionados a una situación médicopolítica de quien patológicamente desea ser el mejor Presidente de la República de la Historia de México con pocos dementes que lo acompañen en plenitud, en el concierto de su idea.
AQUI NO TERMINA TODO;
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