Un estilo que hacía enloquecer hasta al mariachi fue el implantado por Juan Gabriel en sus conciertos de larga duración y amaneramientos que hicieron derrumbara la puerta metálica del Palacio de Bellas Artes que había estado clausurada para la música popular y en donde únicamente había podido penetrarla Lola Beltrán. Ante las criticas por parte de los intelectuales, Juan Gabriel pisó dos veces el escenario del recinto de la alta cultura. El cantautor inmune a las críticas como lo fue siempre, montó su show con una enorme orquesta que hacían que sus composiciones parecían obras de cámara pero predominaba lo popular, lo sentimental y la palabra brava sin que el artista se intimidara para realizar sus ademánes y desastres festivos. El palacio que era una fortaleza para cantantes del estilo de Juan Gabriel se convirtió en su show en un carnaval y en su muerte en un homenaje al máximo compositor de música popular mexicana que robó aplausos hasta de los más necios intelectuales.
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