viernes, 26 de agosto de 2022

LA HABITUALIDAD QUE NO TUVO QUE SER; EN LOS MEDIOS DE COMUNICACION

 





















ALGUIEN TIENE QUE DECIRLO.- El hecho de haberse dado a conocer un audio, aunque de manera clandestina, en el cual se involucran a locutores, conductores de programas de espectáculos como Maxine Woodside y Javier Poza, también  a lectores de noticias, a  directores y a concesionarios de la radio, en un acto grave de corrupción para no solamente favorecer a un partido político en una contienda electoral sino también para preparar entrevistas, programas  a modo y fabricación de llamadas telefónicas falsas para favorecer al entrevistado, debería ser objeto de investigación  por parte de las autoridades electorales, penales y de comunicación, aparejada a la separación voluntaria del directivo del cual se escucha su voz y a una explicación de los señalados. La inmoralidad que se hizo habitual en los medios de comunicación, permite que las bajezas descubiertas pasen al anecdortario y los posibles malhechores, continúen con sus prácticas. Salvo el caso de la periodista Denise Maerker quien negó recibir agenda de entrevistados de Jaime Azcárraga, director de Grupo Fórmula, ni   haber realizado entrevistas viciadas y a modo en favor del Presidente del PRI y del grupo priprdpanista, y quien además  acompañó su dicho con la reproducción de la única entrevista que le realizó a Alejandro Moreno en tiempo electoral, resulta que en el caso de los otros señalados de  obedientes tramposos, como en el caso de Maxine Woodside, prefirió irse de vacaciones para no abollar su dizque corona  de "la reina de la radio", y en el caso de Joaquín López Dóriga ante lo evidente, prefirió burlarse del teleradioescucha con la frase "qué miedo, mira como estoy temblando", confiado a su creencia de  que el teleradioescucha que lo sintoniza es un estúpido cautivo. La peste  de los medios de comunicación tradicionales y la imitación e invasión de éstos en los medios alternativos, sobre prácticas nocivas, corruptas  e inmorales; debe eliminarse, primero con la inteligencia de elección o cautela de quien consume a un comunicador engañoso y mercader porque  sus intereses son extra periodísticos; segundo, eliminar las hipocresías con la tolerancia del descaro, y una vez que ya se hayan procesado los dos aspectos anteriores, entonces sí será necesario eliminar con métodos quirúrgicos, sin que pueda presentarse ninguna infección de censura, tanto los  estorbosos métodos como a las personas que los habitualizan, tanto de quien los cobra, tanto de quien los paga y tanto de quien los celebra y los premia,  y a quienes sin arrepentimiento ni  la suplica del perdón, no hayan sido sancionados.


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